LA TIERRA DEL CAIMÁN

 

En el cambio del siglo pasado al actual, las cosas se arreglan igual que cien años antes. Porque hablamos del Pantanal, del corazón inundado de Sudamérica; de la tierra del caimán. Tierra sumergida entre fronteras.

En el Pantanal, oponerse a los planes industriales para el Parque Nacional solo puede llevar a un final. Porque hablamos de la triple frontera, del tiempo detenido; de la tierra del caimán. Donde no hay ayuda posible.

En la mirada del vaquero, el horizonte recto y lejano es el símbolo de una forma de vida. Porque hablamos de un mundo, el de los vaqueros, que parece falto de sutilezas solo a quien no debe enfrentarse todos los días a hombres, animales y elementos con la única ayuda de su propia fuerza y un código de valores que se lleva como se lleva el revólver, el guardamonte o el lazo: sin aspavientos.



En “Caimán” andamos por un mundo del que desconocemos las referencias; las tendremos que ir entendiendo con Mario, con Martín, con Pedrito, con el Viejo Pantanero y con el cooperante. Contra la oligarquía regional, su poder y sus sicarios. Mientras sentimos crecer la tensión que nos lleva al desenlace anunciado.

Esto es lo que parece querer contarnos el autor, que durante años vivió en aquel mundo diferente. Nos habla también de la naturaleza y de la trata de personas y animales en lo que se puede entender como un homenaje al Pantanal y a sus gentes. Y lo hace dejándose notar, buscando no solo la descripción, sino también la armonía y la belleza tanto de la lengua escrita como del habla del Oriente boliviano.

De la tierra del caimán.

Puede encontrarlo aquí.

AMAZON ADS

 

Amazon ads permite (pagando, claro) probar cuál es el mejor formato del libro para atraer la atención de los compradores. No digo para que les guste el texto, sino para llamar su atención.

Con algunas herramientas automáticas o manuales y algunas decisiones del autor, la máquina (lo que se suele llamar “el algoritmo”) comienza a mostrar el libro en determinadas búsquedas, en el caso de algunos de mis libros hasta cuatro mil veces por día, en otros casos trescientas, y en determinadas ubicaciones que dependen del presupuesto de cada campaña. Uno puede ver qué ubicaciones y qué búsquedas producen más “clics”, lo que no deja de ser interesante, pero a mí me interesa más cambiar el aspecto del libro y ver si consigo más o menos clics. Y después ventas, claro, pero no hay una relación tan directa.

Con aspecto me refiero a capa y en la capa incluyo el título, el subtítulo, la imagen, la tipografía, los colores, etc. Cambiando de uno en uno se pueden ver las diferencias. El primer paso para que alguien compre el libro es que se fije en él en medio de los otros millones de ofertas que hay en la plataforma.





Una vez optimizado el aspecto (en mi caso eso significa un clic por cada cuatrocientas veces que se muestra el libro), yo solo puedo analizar ya la sinopsis y modificarla hasta dar con la más atractiva (es decir, la que produzca más ventas por número de clics). Pero lo que realmente va a definir la venta es la posición en las listas de libros más vendidos y las reseñas y puntuaciones, y en eso el autor no tiene margen de maniobra.

Por eso son tan importantes las reseñas para un autor independiente. Un buen número de puntuaciones y de comentarios da una idea de la calidad que los lectores encuentran en el libro, y esa idea se concentra alrededor de una media que no se deja influir mucho por los extremos. Sin embargo, con pocas evaluaciones, recibir una puntuación de una estrella (un “hater”) hunde la calificación y no es fácil recuperarla, pues los lectores no se interesan por libros con tres estrellas de media.

Con la nueva versión de «¡Carao! Pantanal» estoy en ese proceso. He cambiado los colores, la tipografía, los subtítulos, la posición de las letras, el tamaño de los objetos y ayer le cambié incluso el título: puse «CAIMÁN» bien grande, el título anterior entre comillas y un subtítulo corto. En principio parece que está llamando más la atención «Caimán» que «¡Carao! Pantanal». Para mí el título original tiene un sentido muy personal y afectivo, pero tal vez a los lectores en general no les diga mucho.

Entonces, Caimán es ¡Carao! Es decir, la nueva versión con la mitad de páginas y sin expresiones difíciles de entender.

Pueden encontrarlo aquí.

SEGUNDA EDICIÓN

Desde mayo de 2019 está disponible la segunda edición de Carao.

Ha dado trabajo hacer un glosario interactivo que facilite la lectura, pero ya está listo y reluciente.

Esta edición es solo en formato digital y, al menos de momento, solo en Amazon.

El cuerpo del texto es básicamente el mismo, pero tiene más información antes y después.

Además, ahora es la tercera parte de la trilogía Memorias de América y la que más se ajusta a esta denominación genérica.




En los interminables llanos inundados de agua y de sol en el corazón de Suramérica solo podemos imaginar una figura humana: la de un vaquero que acompasa el movimiento con el de su caballo. Este vaquero puede ser Mario, nuestro protagonista, que se enfrenta a los poderes fácticos para defender el Pantanal.

Conservar un área natural de importancia mundial o asfaltarla depende únicamente del mejor postor y de que el dinero llegue a las manos de los de siempre. De paladines del ambientalismo a prohibir la existencia de ONGs conservacionistas en el municipio.

El cooperante español apoya la lucha que, hoy por hoy, se muestra perdida.

Un homenaje al Pantanal y a sus gentes.

«Carao» es el volumen que realmente hace justicia al título genérico «Memorias de América»: refleja la experiencia del autor como cooperante en el Pantanal boliviano durante ocho años. Está contada en tercera persona y el cooperante no es el protagonista principal de la trama.

Solo en Amazon.

«¡Carao! Pantanal» es el fruto de mi experiencia de ocho años como cooperante en Bolivia. Es un libro asumidamente denso que quiere abarcar todos los aspectos de un mundo que difícilmente podemos imaginar en España, y que sirven para enmarcar la aventura a la que se enfrenta el protagonista, el joven vaquero Mario. Pero, sobre todas las cosas, el texto es un homenaje al Pantanal.

Ser español en la América ibérica (ahora vivo en Brasil) lleva a plantearse con frecuencia multitud de dilemas sobre la conquista de las Indias Occidentales, cuestiones que reflejo en otra aventura, la del montañés Álvar que viaja a Asunción en 1540. Ese no es un libro denso; está construido casi completamente por diálogos y admite una lectura ágil u otra más reflexiva, a gusto del lector. Pueden encontrarlo en este enlace.


Solo en Amazon.

MATOPIBA

Marañón-Tocantins-Piauí-Bahía: el acrónimo Matopiba aparece de vez en cuando en las noticias, y siempre asociado a deforestación, agronegocio brutal, pérdida de biodiversidad, apoderamiento de tierras públicas y de comunidades... asociado a la soja, en resumen.
Allí, a centenares de quilómetros de cualquier capital o ciudad grande, podría desarrollarse «¡Carao! Pantanal»; grandes empresarios que destruyen la naturaleza y e imponen sus leyes, que ahora se dictan más con fusiles que con revólveres. Con garitas de guardas armados y violentos en las antaño tierras comunales. Con el desacato de los dictámenes de una justicia federal que está muy lejos y que, aun más con el nuevo gobierno, no pone mucho énfasis (siendo generoso) en la protección de naturaleza ni de pobres.



Aquí pueden leer el artículo (no lo he encontrado en español). La noticia es de esta semana, de este mundo, es real, no es ficción.
Me parece ver a Mario cruzando las fronteras de esos cuatro estados a lomos de su caballo y tarareando la canción del carao...

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PROTAGONISTA DE «¡CARAO! PANTANAL»: DIANA


La llamaremos Diana porque no conocemos su nombre verdadero. Tampoco sabemos mucho de su vida antes de pasar a llamarse Diana. Que vivía en su poblado en el borde sur del Pantanal. Que hacía los trabajos duros de la casa que su madre le encomendaba y cuando tenía tiempo jugaba con sus amigas. Que hasta el momento no había tenido que pensar mucho en el futuro, o no había querido.
Cuando cambia de nombre cambia también su vida; todo su mundo desaparece y lo sustituye otro que parece no tener salida. Un mundo constituido por dolor, gritos, opresión. Esclavitud. Del que realmente parece que no hay escapatoria.


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Para poder hablar en privado con mis compañeros del Pantanal paraguayo establecimos una clave basada en la guía de aves que más utilizábamos:
─Vamos a «Águila harpía» ─por ejemplo─, cambio.
─Vamos, cambio.
Así pude enterarme de que un boliviano se dirigía al pueblo paraguayo a hacer efectiva la compra de una niña de doce años. Mis compañeros intervinieron, lo denunciaron al comandante y este mandó arrestar al extranjero. Después mis compañeros tuvieron que aguantar amenazas y denuncias de todo tipo. Un buen día el boliviano abandonó el pueblo, sin dinero.
Para mí fue motivo de preocupación por mis amigos que se encontraban en una situación difícil en aquel lugar al que solo llega un barco dos veces por semana. Cuando llega.
Y después uno puede tener que responder a preguntas: ¿es lícito inmiscuirse en las costumbres de los indígenas? ¿La venta de niñas es realmente una tradición, o es algo traído por el contacto con una sociedad diferente? ¿Puede uno cerrar los ojos y simplemente contarlo después como una anécdota más? ¿Debe intervenir, aun sabiendo que le puede ir la vida en ello?
Mi respuesta es que en este caso no tengo duda de que se debía hacer algo, al mismo tiempo que continúo sintiendo una gran admiración por el valor de mis compañeros que decidieron que no podían permitir la esclavitud de una niña, aunque eso les costase caro. Y no habría nadie para echarles una mano. Allí, donde Cristo dio las tres voces.

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